Thursday, July 28, 2005

Y al séptimo día descansó

Después de haber pasado una semana en Navarra y País Vasco, me dispuse a emprender la segunda parte de mis tan ansiadas vacaciones. Para llegar de Pamplona a Benicarló fui en tren, el tren más silencioso en el que he viajado en toda mi vida (sí, incluso más silencioso que los trenes belgas...). Dicho tren estaba compuesto por una cantidad ingente de deshechos humanos, perfumando el ambiente con la tan agradable esencia de cloaca.
En fin, el caso es que llegué a Benicarló sano y salvo gracias a Menchu y Josi que vinieron a recogerme a Tarragona. Una vez puse los pies en Benicarló enseguida noté la brisa cargada de sal típicamente mediterránea, y con ella me llegaron un montón de recuerdos que, afortunadamente, no se han desvanecido a pesar de mis últimos años belgas.
Una vez instalado en mi vivienda de la Avda. Maestrazgo, lo primero que hice fue asomarme a la ventana para contemplar la luna y escuchar el rumor de las olas. Por suerte, me siguen impresionando las maravillas de la naturaleza...
Durante toda la semana visité un montón de casas. Estuve en casa de Ruth y David, en casa de mis abuelos, en casa de Xevi, en casa de Edu, en casa de David, en casa de Mª Asunción y, por supuesto, en mi casita. Supongo que me olvido de alguna casa pero es que ya hace tres semanas que dejé el Levante español.
En conclusión, fui sin dudas feliz y me sentí muy arropado y querido por los míos. Que voy a decir, me gusta Benicarló!

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